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Mi viaje a La Habana, Cuba

Hace ya algún tiempo fui de viaje a La Habana -Cuba por invitación de un hermano mío y desde ese entonces me ha sido imposible dejar de contar la experiencia de mi paso por ese maravilloso país de cultura tan propia y totalmente apartada de la globalización neoliberal.

Yo me había imaginado una cuidad muy distinta debido a los comentarios poco favorables que recibe debido a su condición social y política motivo por el cual estaba algo intrigado en cuanto a su cultura la cual imaginaba poco agradable e incluso hostil; pero el cuadro de La Habana es definitivamente otro, pues una de las cosas que mas me gustaron de ese lugar fue el sabor de su gente tan amigable y reflexiva a la vez; algo a lo que yo estaba muy poco o casi nada acostumbrado.

Debido a esta tan agradable sorpresa decidí conocer La Habana un poco mas de cerca, así pues le propuse a mi hermano recorrer la cuidad a pie. Todo en la Habana, los edificios, casas y sus mansiones parecen hechos a principios de siglo y casi parecen sacados de un libro de historia; del mismo modo los carros que transitan son también muy antiguos pero están conservados sorprendentemente; las calles de la Habana del mismo modo son muy tranquilas, no existen delincuentes ni tampoco se encuentra basura en ninguna lugar de las mismas.

Luego de un par de horas decidimos subir en un “cocotaxi”, es como un taxi pero algo mas pequeño que tiene la forma de un huevo en donde caben unas tres personas; esta vez en busca de saborear algo de la cocina cubana así que fuimos en busca de un delicioso Caldo de Gallina y después disfrutamos de unos Frijoles Cubanos.

Después de un par de días decidí aventurarme por la ciudad y hacer un recorrido a pie desde el Capitolio hasta el Malecón por el Paseo del Prado. Una vez llegado a la antigua villa de San Cristóbal, me dispuse a preguntar por la ubicación de mi primer destino, los 20 minutos de búsqueda tuvieron una grata recompensa pues me quede impresionado por la belleza del edificio, además que no pude resistir a hacer un poco de ejercicio y subir sus 55 escalinatas para llegar a apreciar de cerca la colosal Estatua de la República y luego ingresar al famoso Salón de Pasos Perdidos; algo que me impresionó mucho fue la variedad de lámparas que pude observar, todas diferentes y de particular belleza.

Después de apreciar este fantástico monumento mi siguiente destino seria El muro del Malecón o “El gran sofá” como lo llaman más comúnmente, allí pude descansar placenteramente y disfrutar de la brisa del océano, ver niños jugando, músicos tocando violines y trompetas a la espera de recibir alguna buena propina así como guitarristas y alguna que otra persona recitando poemas a cambio de algún dinero.

Los últimos días de mi viaje tuve la suerte de visitar las playas de la Habana, me dirigí al este de la cuidad en su búsqueda por el camino que conduce a Varadero, existen muchas playas en ese camino, pero de todas solo pude visitar Santa María del Mar la cual es la mayor de todas y se encuentra entre Bacuranao y Guanabo, es de arena muy fina y goza de una gran popularidad entre los habaneros.

Desde Santa Maria del Mar pude dirigirme fácilmente a Boca Ciega otra playa con mucha concurrencia local y muy tranquila.

Descubrir La Habana siguiendo los pasos de Hemingway

Cuando viajes a Cuba, descubrirás que hay mil formas de vivir La Habana

Cuando viajes a Cuba, descubrirás que hay mil formas de vivir La Habana: disfrutando de su animado Malecón, dejándose embargar por las nostálgicas notas del son en uno de sus encantadores bares o disfrutando de una gastronomía única y amalgamada en los nuevos “paladares” que han proliferado por doquier. Sin embargo, un plan excelente consiste en seguir los pasos de Ernest Hemingway, porque el escritor estadounidense supo beberse La Habana hasta el último sorbo.

De bares por la Habana Vieja

La primera parada del hombre que transcurrió 20 años de su vida en La Habana fue el hotel Ambos Mundos, en la calle Obispo, una de las arterias más animadas y concurridas de la ciudad. Con más de un siglo a sus espaldas, este hotel sigue rezumando encanto de otros tiempos, por lo que vale la pena subir hasta su terraza y disfrutar de una puesta de sol, con el barrio de la Habana Vieja a los pies.

Muy cerca se encuentra La Bodeguita del Medio, un bar tan pequeño como icónico, donde Hemingway solía pedir un mojito – o varios. Si te fijas con atención, en sus paredes encontrarás firmas como las de Errol Flynn y Salvador Allende. También puedes aprovechar la ocasión para degustar algunos de los platos típicos cubanos, mientras disfrutas de la música, que nunca falta.

La peregrinación continúa en otro de los sitios más emblemáticos de la ciudad: El Floridita, la cuna del daiquirí. Hemingway era un habitual, por lo que no es extraño que en el extremo de la barra encuentres una estatua suya, acodada, como si nunca se hubiera ido. Por este bar, que abrió sus puertas en el lejano 1817, han pasado personalidades como Gary Cooper, Tennessee Williams, Marlene Dietrich y Jean-Paul Sartre.

Los escondites de Hemingway

Hemingway se sumergía sin problemas en el bullicio cubano, pero para escribir necesitaba soledad. Por eso, compró una casa enclavada en medio de un pequeño bosque, en el barrio San Francisco de Paula. Se trata de la Finca Vigía, que en la actualidad es una casa-museo.

En la Finca Vigía el tiempo se detuvo en 1960, cuando el escritor abandonó estas paredes para no volver. No te resultará difícil imaginar el día a día de Hemingway entre trofeos de caza, muchos libros, algunos incluso con notas al margen de su puño y letra, y su máquina de escribir Underwood, a la que le arrancó algunas de sus mejores obras. De hecho, incluso podrás ver el último disco que sonó en el gramófono.

No obstante, si quieres ser completamente fiel al escritor, también tendrás que visitar Cojímar, una pequeña localidad de pescadores en la que Hemingway encontró inspiración para escribir “El viejo y el mar”, una obra esencial en su carrera para obtener el Nobel de Literatura. Y no olvides hacer un alto en La Terraza, una cafetería mirando al mar donde el escritor solía pasar largas horas.